Pasó el tiempo, nos alejamos y, cuando volvimos, ya no éramos los mismos, habíamos cambiado. Ya nada era igual. Nos miramos a los ojos por unos segundos, a mi parecer: eternos. En ese momento me di cuenta. Nunca volveríamos a ser los de antes. Ya no hay vuelta atrás, lo que antes era indestructible, se había roto. Los dos sabíamos lo que pasaba, pero ninguno dijimos nada. Por miedo, quizás. Sonreíamos hipócritamente, aunque encerrábamos ira en nuestro interior. El silencio se apoderó de aquella tarde, una de las más largas de mi vida. Ya no éramos uno. Nos habíamos separado, la fusión se había desvanecido. Igual que el amor. Ya no existía un "nosotros". Tan sólo éramos él y yo, cada uno en su lugar, guardando un pequeño espacio de seguridad en el que intentábamos evadirnos de aquella incómoda e interminable situación. Tal vez teníamos que habernos armado del mismo coraje que no tuvimos, para romper ese eterno silencio y mandarlo todo a tomar por culo de una vez. Pero no l
¿Cómo explicar al mundo en 500 caracteres aquello que no logras terminar de decir en una vida entera?