Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2017

Nuestra mentira

Pasó el tiempo, nos alejamos y, cuando volvimos, ya no éramos los mismos, habíamos cambiado. Ya nada era igual. Nos miramos a los ojos por unos segundos, a mi parecer: eternos. En ese momento me di cuenta. Nunca volveríamos a ser los de antes. Ya no hay vuelta atrás, lo que antes era indestructible, se había roto. Los dos sabíamos lo que pasaba, pero ninguno dijimos nada. Por miedo, quizás. Sonreíamos hipócritamente, aunque encerrábamos ira en nuestro interior. El silencio se apoderó de aquella tarde, una de las más largas de mi vida. Ya no éramos uno. Nos habíamos separado, la fusión se había desvanecido. Igual que el amor. Ya no existía un "nosotros". Tan sólo éramos él y yo, cada uno en su lugar, guardando un pequeño espacio de seguridad en el que intentábamos evadirnos de aquella incómoda e interminable situación. Tal vez teníamos que habernos armado del mismo coraje que no tuvimos, para romper ese eterno silencio y mandarlo todo a tomar por culo de una vez. Pero no l

Princesa a la fuga

De repente, ya no eran nada. Se terminó el cuento. La princesa se hartó de estar encerrada en el castillo, las hadas perdieron sus baritas y las perdices se pusieron frías. El príncipe, era tan azul, que murió congelado. La princesa cambió los vestidos y tacones, por vaqueros y zapatillas, se agarró una cola y se fue. Dejó la carroza en la puerta del castillo, prefirió irse andando y, en lugar de dejar un tacón, dejó una nota en la que decía: Querido Príncipe, No necesito tu dinero, ni tus palabras bonitas. No necesito que me cuides, ni que me regales flores. Me niego a pasar el día de habitación en habitación del castillo, esperando a que llegues del trabajo. No quiero que me mantengas, no lo necesito. No quiero que me invites. Tampoco necesito a tu mayordomo, ni a las doncellas para que me ayuden a hacer la cama. No necesito que me abras la puerta para entrar, yo sé sola. Quiero vivir, quiero salir de tu enorme castillo, quiero conocer gente y, conocerme a mí misma. Quiero ves

Otro día más

Otro día que pasa. Otro más. Otras veinticuatro horas que ayudan a mi subconciente a corroborar lo que ya sabía. Hoy en día nadie juega a arriesgarse. Nos limitamos a esperar, a que nos lo den todo hecho, a que llegue alguien que te ponga las cartas sobre la mesa y no nos damos cuenta de que, quien tiene que poner las cartas sobre la mesa eres tú mismo. Nos quejamos del amor, decimos que eso no vale para nada, pero cuando no lo tenemos, lo extrañamos. Y cuando lo tenemos lo despreciamos. Sí, así somos. Llega una persona que de verdad valora quién eres y cómo eres y la echamos de nuestra vida de una patada. Ansiamos lo que no podemos alcanzar, y despreciamos aquello que tenemos en nuestro poder. Y creemos que sabemos de todo. Y nos equivocamos. Nos caemos. Y aquí es donde comienzas a darte cuenta de quién te acompaña en el camino: la misma mano que te ayuda a levantar. Son pocas, ¿verdad?, ¿las valoras lo suficiente?. Espera, respondo yo: no. Valora a quien te ayuda a levantar, y da